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Febrero Loco

Un cuento chino

Un cuento chino

 

El Paisajista

Un día el emperador deseoso de conocer cómo eran las tierras que recientemente había conquistado decidió enviar al mejor pintor paisajista del reino para que le trajera imágenes de aquella provincia lejana y desconocida y, poder así, saber cómo era.

El pintor partió a cumplir su misión y viajó durante meses recorriendo toda la zona, visitó innumerables lugares e incluso se adentró en territorios inexplorados. Pero cual fue la sorpresa de todos cuando, a su regreso, resultó que no traía ni una sola pintura, ni una sola imagen, ni siquiera un pequeño boceto. El emperador no daba crédito y se enfadó muchísimo.

Entonces el pintor pidió que le dejasen como lienzo una gran pared del palacio. Y, sobre aquella pared, comenzó a pintar todo lo que había conocido y recorrido, con gran detalle. Cuando terminó aquel inmenso mural avisó al emperador para que fuera a ver la gran obra y aquellas imágenes de los lugares que el emperador estaba tan ansioso por conocer.

El pintor, todavía con los pinceles en la mano, comenzó a describirle minuciosamente al emperador todo el paisaje, las montañas, los ríos, los bosques… hasta el más pequeño rincón. Y, conforme iba adentrándose hasta el más mínimo detalle, parecía como si él mismo, también, se fuera adentrando en su obra por un estrecho sendero que había en un primer plano de la pintura que se perdía en la lejanía. Los allí presentes tuvieron la sensación de que el cuerpo del pintor se adentraba poco a poco en el sendero y que avanzaba dentro del paisaje, la voz del pintor cada vez se oía como más lejana y cada vez se le veía como más pequeño hasta que, de pronto, ante la sorpresa de todos, desapareció tras una curva del sendero y, en ese instante, todo el paisaje desapareció con él quedando sólo una gran pared en blanco.

El emperador y las personas que lo acompañaban, embriagados por lo que habían visto y oído y absolutamente atónitos por lo ocurrido, volvieron a sus aposentos sin decir nada, en un absoluto silencio.

Y, colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

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