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Febrero Loco

Sergio Oiarzabal (1973-2010)

Sergio Oiarzabal (1973-2010)

 

Sergio Oiarzabal, poeta bilbaino, poeta abierto, poeta derramado, desgarrado y desgarrador, nos ha dejado parados, boquiabiertos, con el corazón en un lapsus, nos ha dejado con 36 años y desde este 12 de junio nos ha dejado con lo más terrible, la ausencia, nos ha dejado con las esperanzas latentes colgando del árbol y, también, nos ha dejado su voz y una herida atemporal común. Quisiera, aquí, recuperar para vosotros un poquito de su silencio hecho palabra.

Sergio Oiarzabal que estaba presentando su último libro de poesía Delicatessen underground definía su poesía como violenta en el sentido de  impetuosa, fogosa, arrebatada. Si uno no logra decir lo que quiere y la palabra le arrastra hasta ese límite en que el equilibrio se conjuga, ya te ha ganado ella, porque para Sergio escribir era una lucha. Una lucha fructífera, dulce, dañina, amena, todos los adjetivos que quieras poner. Y, testaba: Cuando deje de divertirme desapareceré como aparecí, con la cabeza alta. Mi deseo es confinar toda mi obra bajo el título de Poética de la violencia, entendida como poesía fogosa, impetuosa, arrebatada. Siempre hay una carga amorosa, pero desde una línea y perspectiva cósmica, para nada pornográfica. Es conceptista, y dentro de eso está el tiempo la muerte, el amor… es decir, los temas grecolatinos, los cuales son el manantial que todavía lee nuestra cultura occidental. Me he forzado durante dos años a no leer nada para encontrar, si es que existe, una voz más pura y más propia, y te aseguro que sí existe. Siempre experimento e indago en mí. Es la teoría de las minas: en una galería encuentras la poesía amorosa, como es el último poemario que he terminado hace unos días, en otro la metalingüística y en otro la surrealista.

 Lee un fragmento de Delicatessen underground (Bilbao Ametsak):

He salido de mí. Al fin sagrada la palabra sin piel. Y me he visto lejano venerar el impulso de las estrellas, errar descalzo por las provincias del infierno, perseguir en celo el aroma del sol en las antiguas batallas; y solo desentierro el tiempo con las manos, y solo me abro las veces como la oración que sufre las ataduras, y solo saciaré la sed en los sudores de las fiebres, y sola, tú también sola, sola como un oasis de pérdidas, como un imperio desolado, como un mar oculto por la bruma, cantarás mi historia.
El viento arrancará todas mis hojas. En mis ramas se posarán aves atroces. Mis raíces gigantescas levantarán también los suelos, y cualquier lugar que no sepa de mi nombre será buena tierra para morir.
La luz, el tiempo, la memoria; sin sombra, sin doblez, sin excusa.

Sergio Oiarzabal recibió el Premio Nacional Miguel Hernández en el año 2003 por su obra Flammis acribus addictis que significa Lanzados a las vivas llama (en referencia a los condenados, los malditos).

 Sergio decía que su timidez le llevaba a mirar profundamente a los ojos y al silencio El silencio hace comprensible la música y las lenguas, si no sería un ruido monótono e insoportable.

 Sergio decía de Baudelaire que era el Miguel Angel de la poesía; admiraba, o más bien amaba, a los buenos poetas, entre ellos a Miguel Hernández, César Vallejo,… o a los bilbainos como él: Blas de Otero, Juan Larrea,.. y decía de los poetas y de la poesía: para mí el que es poeta, lo es; no hay buenos ni malos poetas: o se es poeta, o no se es, sin medias tintas. La poesía es un lenguaje místico. La poesía es como el blues: común y minoritario, pero existen cientos de grupos. Los lectores de poesía son muy fieles, muy conocedores del tema y saben qué leer y qué comprar.

De la inspiración decía que eran las voces que hay dentro de nuestro cuerpo que afloran. Tienen su primavera y cuando sale una flor, la mano se mueve.

 

Lee algunas de sus palabras que impetuosas montadas sobre sus poemas llegan hasta aquí a acariciarle cuando las leas:

Primeras Nupcias

(Gran Baile de Disfraces en el Salón de la Claustrofobia)

 

mañana he de hacer un examen de maleta

que no se me olviden los calcetines de la gravedad

ni dejar en la fresquera las cerillas de la encarnación

el coro de la cirrosis cantará para Prometeo muy pronto

el oleaje de la niebla desciende por los Viernes más altos

basta un delfín para que no se pierda de nuevo la cosecha

y mis rodillas se hunden en el placer como en el eco las uñas de las concubinas

todo es una encantadora niña a los ojos de las celosías muerte

aunque el tiempo dejase huérfana mi vida desde la metáfora primera

no hay pez que no se ahogue en el cielo victoriano de Oscar Wilde

no hay signo de interrogación no

que no hinque su garfio en mi repleto corazón de abismos

no hay brasa insomne no

que mi voz no guarde entre sus paños vírgenes

y jamás antes en la tierra como tú y yo pareciese

siendo a salvo un ser mismo en el amado milagro de querernos

 

Miguel Hernández: Apología de iluminación

Siempre que pienso en él o recibo alguna

carta suya, una mano felina entierra un corazón

doble en un maniquí tras la tormenta,

alguien yergue una espada de conchas

a favor de su paso, y los niños vestidos de

morado hallan un abecedario nuevo en la

página 47. Como decía, me es imposible

disociar su persona de aquellos quienes

pudieron salvarle. El mes pasado, uno de

esos terribles que comienzan por L, le encontré

sembrando relojes y semen y estrellas

tras las paredes del convento, más tarde le

acompañé hasta casa, no me veía, y al cerrar

la puerta se revistieron de espuma las hojas

y el girar de los planetas, los corderos murieron

de estallido y negrura, y alguna que

otra princesa besaba ranas con las uñas pintadas

de éter en un terciopelo lejano. Según

las últimas declaraciones a prensa, goza de

un brutal peso de tres atmósferas doradas

sobre sus turbadores hombros, soportan sus

manos de hormigueros y arena las brasas

del octosílabo viejo, y prolonga más allá de

los límites de su melena indómita, ardiendo,

un Universo de interiores mayestáticos que

no podrá acabarse nunca, no al menos en

las trincheras que una mar cósmica, embravecida,

sortea ya innegable. Me dijeron después,

en 1878, que en su pueblo le cerraban

las puertas, que era esculpido en mitad

de la plaza, que ya nadie entendía su voz

primorosa de altos vuelos; entonces lloré,

se detuvieron las palabras. Lloré los puntos

cardinales de los orígenes subterráneos y

la pobreza, se detuvieron las palabras. No

pude evitar que aquel llanto precipitase una

riada nueva llevándose consigo el verde panegírico

prado de mis ojos, se detuvieron

las palabras, y todas, de todas las lenguas,

acudieron volando a su alma, tierra mágica

espejismo, dejando por un momento todos

los libros en blanco, todas las bocas insomnes,

para ser, ser en fin, solo ser, bienvenidas

en el central ardor bajo sus congénitas

cinco letras de espacio temporal sin fondo

 

Ampollas que respirar
(Arrodillado lo Imposible)

no preguntadme nada
nací mudo como la espalda de tantas paredes pecosas por fusilamientos
pues no se sale del infierno por la puerta de atrás donde brillan los 2 espejos
qué sombrío eco en el abandonado pozo
qué copa de viento en la que cabría toda la lluvia
qué hallazgo saber que cada verso es la venda que momifica su monstruo
ahora que ya he perdido el tren donde viajaba Dulcinea con sus ojos de ceniza
ahora que tendré que esperar 57 años sobre una maleta de lágrimas hasta que amanezca un mañana
ahora que dedicaba al Presidente Bush por la radio Kunta Kinte el himno de Etiopía
no me busquéis esta noche perpetua en la soledad que murmulla los guetos
el abrigo mojado de Larra me sienta mejor
no me busquéis esta noche enganchada a los somníferos la colonia y los anteojos
no me encontraréis
Safo me espera desde hace un siglo en una pensión de la Calle del Perro
aunque mi deseo lama calenturiento pocas palabras en las favelas de Brasil
las agujas del reloj se cubrirán como el león a la tigresa
y darán a luz otra de esas madrugadas en las que el corazón nunca duerme
corazón que no eligió su morada
polizón en todos los pechos desde antes de nacer
en el mercado negro se vende el alma del Papa Juan Pablo II por dos catecismos de cuando Franco
id
id a verlo
pero no os pongáis las gafas de Joyce tampoco las de Brecht jamás las de Quevedo
porque entonces veréis que huele a mierda en cada día del lustre
que hace tiempo que el hombre no debió dejar de ser mono
que ya casi nadie lee sin un bostezo
que los matrimonios se aparean por convenios y horarios e hipotecas
que las chabolas del analfabetismo son fruto del pobrísimo emporio de los que se enriquecen
y que me aten a la pata del camastro de un Basilisco y cierren después la puerta
y arrojen si quieren después las llaves al fondo del mar matarile-rile-rile
si todo esto es cierto
tal que deseo tenerte y amarte mi Reina como si estuvieses prohibida
si todo esto es cierto
en mi respiración más honda que lleva y trae una ola que regresa ya inocente
si todo esto es tan cierto tanto
como que la fe se orina en los pantalones incurables
y si todo
todo esto es cierto o por el contrario también

 

Pacto Sagrado

Me parieron en un callejón mientras los meses en las tinieblas zambullían famélicos, la cabeza cargada de la lluvia, hasta ahogar la reverencia de su música a los pies de las ciudades apestadas. Me amamanté de los pechos de la locura y los mordí con fuerza; y degusté complacido la más amarga de las savias. Así se hicieron duros mis huesos. Gocé desvelados deleites con mujeres cada una de diferente piel y derramé el vino espeso de mi última pasión en sus gemidos; y extendido en las preguntas soterradas, semejante al dolor en los hombres, comulgué con la confesión nocturna de cada caricia. Así mi carne ardió siempre febril como un deseo. Recorrí descalzo, hasta la extenuación, las brasas de la partida a espaldas de las redes del miedo y la emboscada, y soporté de donde estuve, juro, los linchamientos de las vergüenzas ajenas; y me recluí en mi silencio con un designio empapado y mi silencio se desangró, tanto, con tal vehemencia, que se resquebrajaron los muros de sus clausuras. Así regresaban a morir en mi alma, pájaro tras pájaro, todos los amaneceres.
Oíd, oídlo todos, fuera de mí mi pensamiento existe. Yo solitario reino en medio de un círculo de llamas negras. Allí mi voz es inextinguible hasta la proclamación y crece. Extendió sus venas de necesidad y ya es tarde para negarlo. Todo vislumbre mi ser de nuevo. Y qué pretenderá la mar que se acerca a cada latido y cómo no admirar con angustia el horizonte lejano.
Pronto olvidaría mi lengua madre y más tarde sería el remordimiento de muchos esfuerzos, cuando atento al monólogo de la naturaleza, me adentré en la espesura.
Ciego como luz que resplandece y origina los días, no cesé de escuchar hasta hoy la nana del auxilio, no me poseyó el rayo antes con tanta violencia, no invoqué nunca mi plegaria con tantos desmayos. Invadí mi nombre con un himno negro al asalto y al levantamiento. E hice mía la palabra con una batalla de ojos en blanco.

 

Alud

¿Cómo el sonido de los timbales y su congregación bajo otra mano distinta a la tuya? ¿Quién sus propósitos dicta en las cimas de nuestro ser con tanta ira? ¿En qué momento de la orgía decidió el sabio la música propicia para el suicidio? ¿Cuál la condena de morder la blancura inusitada de unos muslos tanto o más dulces que la noche?

Hemos crecido juntos. Yo estuve a tu lado en las infatigables horas de fiebre, ¡oh alborada!, ¡ay arco sobre mis cuerdas!, y tú reverberabas sin ataduras. Hoy te hago llegar mi dolor en un amanecer de zapatos viejos. Cuanto anduve a lomos del elefante de fuego se me olvidó en el país de tus labios. En 1937 en una casa de reposo Isolda arrodillada reza a unas gafas de sol, y es que solamente regresa un trueno, tan sólo uno de los corderos marcados con tu inicial en mi purgatorio, y es que en el pecho viaja un polizón, un polizón embarcado hasta nuestras últimas horas desde antes que nacemos. Tu silencio me desvela como un telefonazo de madrugada en el caserón de los ancianos mudos, ¡está bien, grávido cielo! no hablaré más de ti, respetaré tu ausencia. Ahora sí que sé que soy una puerta que solamente puede cerrarse por dentro, que ya en el tiempo a sombra enamorada que fuimos, como único testigo, la muerte abrevia.

 

Lee el "Reportaje a cerca de Blas de Otero" por Sergio Oiarzabal  en el blog: ¿Dónde está Blas?

http://dondeestablas.blogspot.com/2009/05/sobre-blas-de-otero-desde-sergio.html

 

Sergio Oiarzabal recita su poema Miguel Hernández. Apología de iluminación:

http://dondeestablas.blogspot.com/2010/06/sergio-oiarzabal-euskeraz-irakurria.html

 

Mónica Nude lee: Éxodo es poco para ti

http://dondeestablas.blogspot.com/2010/06/blog-post.html

 

Pasional

http://sabaquiel.blogspot.com/2010/02/pasional-by-sergio-oiarzabal.html

 

Video in memoriam:

http://www.youtube.com/watch?v=Ci27FgV6tOc&feature=player_embedded

 

 

Sergio Oiarzabal hubiera querido despertar Bilbao con este Requiem os lo dejo ahí para que despierte vuestros corazones hacia el suyo:

http://www.youtube.com/watch?v=JE2muDZksP4

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