Platero y yo - Juan Ramón Jiménez.
Un momento, Platero, vengo a estar con tu muerte. No he vivido. Nada ha pasado. Estás vivo y yo contigo... Vengo solo. Ya los niños y las niñas son hombres y mujeres. La ruina acabó su obra sobre nosotros tres —ya tú sabes—, y sobre su desierto estamos de pie, dueños de la mejor riqueza: la de nuestro corazón. ¡Mi corazón! Ojalá el corazón les bastara a ellos dos como a mí me basta. Ojalá pensaran del mismo modo que yo pienso. Pero, no; mejor será que no piensen... Así no tendrán en su memoria la tristeza de mis maldades, de mis cinismos, de mis impertinencias. ¡Con qué alegría, qué bien te digo a ti estas cosas que nadie más que tú ha de saber!... Ordenaré mis actos para que el presente sea toda la vida y les parezca el recuerdo; para que el sereno porvenir les deje el pasado del tamaño de una violeta y de su color, tranquilo en la sombra, y de su olor suave. Tú, Platero, estás solo en el pasado. Pero ¿qué más te da el pasado a ti que vives en lo eterno, que, como yo aquí, tienes en tu mano, grana como el corazón de Dios perenne, el sol de cada aurora?
Moguer, 1916
Y, así, acaba "Platero y yo".
Moguer, es un pueblo de la provincia de Huelva donde nació Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel de Literatura de 1956.
"Nací en Moguer, la noche de Navidad de 1881. Mi padre era castellano y tenía los ojos azules; y mi madre, andaluza, con los ojos negros. La blanca maravilla de mi pueblo guardó mi infancia en una casa vieja de grandes salones y verdes patios. De estos dulces años..."
Veamos al poeta Juan Ramón Jiménez, gran conocedor de la poesía china, japonesa e india.
Abril, dulce,
me lleva
a todo, en esta sola hoja
de yerba. . .
—¡Qué bien se está contigo,
en todas partes, nueva,
aislada, solitaria
primavera!
(Diario 174)
Todo dispuesto ya, en su punto,
para la eternidad.
—¡Qué bien! ¡Cuán bello!
¡Guirnalda cotidiana de mi vida,
reverdecida siempre por el método!
¡Qué trabajo tan fácil y tan dulce
para un estado eterno!
(Diario 163)
Por doquiera que mi alma
navega, o anda, o vuela, todo, todo
es suyo. ¡Qué tranquila
en todas partes, siempre,
ahora en la proa alta
que abre en dos platas el azul profundo,
bajando al fondo o ascendiendo al cielo!
¡Oh, que serena el alma
cuando se ha apoderado,
como una reina solitaria y pura,
de su imperio infinito!
(Diario 246)
Un poema de Libros de amor, alejandrinos perfectos, de verso largo, escritos entre 1911 y 1912, a la edad de 30 años.
Cuando te levantaba las faldas perfumadas
Cuando te levantaba las faldas perfumadas
roja, como una rosa, tu cara era una risa;
tus ojos negros eran más negros y más blandos,
todo el aroma de tu cuerpo se encendía.
Y sobre la locura del instante del estío
te cegaba los ojos tu cabellera tibia.
Un mohín de fastidio replegaba tu labio
y mostrabas tus dientes de luminosa china…
Nunca el reproche tuvo tibieza ni amargura,
te dabas toda porque sí, porque querías,
y las rosas quemadas de tu jardín con sol
ornaban con fragancia de oro tu fatiga.
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