Kazu Yanagi : poietico
Kazu Yanagi mira la obra que créo en la galería Color Elefante, del barrio de Russafa (Valencia,1 de junio del 2007).
Un bambú colgaba del techo, no se enrraizaba, ni tocaba la tierra, flotaba en el espacio. Bajo el bambú comenzaba a extenderse un enorme lienzo blanco, algunas piedras, al azar, reposaban sobre él.
Comenzó a sonar la música y del fondo de la sala emergieron, como figuras espectrales y viscerales, los danzantes butho, fueron llegando hasta el gran lienzo, lo rodearon. Kazu entró en escena con paso firme, se dirigió al pie del lienzo y se reclinó en actitud meditativa, unos instantes.
Pues bien, a partir de ahí, ya comenzó la creación. Yanagi arrancó el bambú, que colgaba del techo, golpeó con él el gran lienzo, lo rozó, lo bautizó con sus ramas; rodeo las piedras con pinturas de barra, creó caminos que entraban y salían por las formas y las piedras, pintó de blanco sobre blanco con grandes pinceles y exhalando gritos, con firmeza, marcó el pincel en tierra; expolvoreó pigmentos, los mezcló con pintura azul o negra o blanca o verde. Lanzó piedras sobre el lienzo embadurnadas de pintura y estas en su recorrido pintaban,... Dió paso a las danzantes al lienzo, que se contrajeron, revolcaron, deslizaron sobre él. Kazu les pintó la espalda, las piernas, los brazos como si fueran parte del cuadro. Vertió pintura líquida blanca sobre el conjunto, trazando caminos. Estuvo en todo momento atento al conjunto de líneas, colores, formas... y dentró de él iba surgiendo la obra. Koichi Tamano, con amplios ropajes manchados de pintura, el pelo negro, largo, suelto y la cara blanca, ejercía de maestro de ceremonias, atento a la evolución de la obra y a las peticiones del maestro. De repente, sin casi percatarnos, por su fluidez, la obra estaba terminada y a un gesto de Kazu se levantó y se colgó.
Y así, entre todos se creó esta obra, viva, fluyente, artística.
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