A Gabriel García Márquez
“Cien años de soledad” está ahí en la estantería pero tú te has ido. Miro el libro una y otra vez y siempre me parece lo mismo: Imposible, imposible que ese viaje que realicé a través de todos tus sentidos por ese Macondo mágico y cambiante, las personas que conocí, Aureliano, el gitano Melquiades que nos traía milagros, el sabio catalán e incluso Gabriel que eras tú mismo contado por Aureliano “De modo que Aureliano y Gabriel estaban vinculados por una especie de complicidad, fundada en hechos reales en los que nadie creía, y que habían afectado sus vidas hasta el punto de que ambos se encontraban a la deriva en la resaca de un mundo acabado, del cual sólo quedaba la nostalgia.”, recuerdo la muerte de Úrsula, un jueves santo como la tuya, la habitación hasta se olía, las mujeres barriendo pájaros, se oían los rumores, sentía el calor sofocante; también, recuerdo acercarme al árbol, un castaño, donde habían atado a José Arcadio Buendia y aún siento que sentí el calor del sol en mi rostro; pensar que ese Macondo de maravillas y miserias vivido desde tu mirada, tu olfato, tu magia, tu recuerdo, pueda caber en un objeto de tan pequeño tamaño como un libro solo me lleva a negarlo con un “Es imposible”.
Pero no, es uno más de los milagros, de tus milagros. También recuerdo aquel otro milagro cuando en el pequeño cuento “El mar del tiempo perdido” nos sumergimos bajo el agua y observamos esas increíbles maravillas que nunca compartí con nadie porque Tobías nos lo hizo prometer. Aquel viaje submarino que narraban los ojos de Tobias guiado por el señor Herbert hacia las profundidades. Otro descubrimiento sorprendente, inesperado, otro descubrimiento como tantos otros descubiertos a través de tu arte literario que te dejaban con la boca y la mente abiertas, como el hielo, o los imanes, o el cine, o los muertos.
Entrar en tus libros era sorprenderse por primera vez incluso de lo conocido, viajar por sitios imposibles, olerlos, escuchar las voces y los silencios, ver sus rincones o sus brillos e incluso recibir noticias de otros de lugares lejanos. Porque todo era posible para tí Gabriel García Márquez hasta ser adivino. Y hoy me he despertado con la noticia de tu muerte y me he sumido en un profundo silencio desde el que poco a poco han ido surgiendo estas palabras de recuerdo porque siempre has sido y serás abrazado en mi corazón.
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