Xú Fú 徐福
Xú Fú 徐福, también llamado Xú Jun Páng 徐君旁, era un taoista chino que nació en el año 255 a.J.C. en el Estado de Qi 齊 y sirvió en la corte durante la Dinastía Qin. Su rey, Qín Shi Huáng 秦始皇, estaba obsesionado por conseguir la inmortalidad y llamaba a todos los médicos del reino para que le prepararan un elixir que le permitiera ser inmortal; para constatar su efectividad los probaba con animales y si éstos morían el que había elaborado el elixir, también, perdía la vida.
Xú Fú 徐福, viendo el triste desenlace de sus compañeros de profesión, cuando fue requerido para conseguir el elixir para el rey, le dijo que sólo podía conseguirlo con unas hierbas que había en una isla cercana habitada por inmortales en el monte Péng Lái 蓬萊山 Pénglái shān; más allá del Mar Bo, 渤海, Bó Hăi pero para recolectarlas precisaba de 60 barcas con 3.000 jóvenes vírgenes de ambos sexos y unos 2.000 ayudantes, en total 5.000 personas; otras versiones dicen que solo llegaron a la isla 500 muchachos y 500 muchachas vírgenes; este hecho sucedió entre el 219 y el 210 a.J.C. Según la obra “El libro de las Montañas y los Mares”, 山海經 Shānhǎi Jīng, la montaña Péng Lái estaba en una de las islas al este del Bo Hai 渤海 donde vivían los inmortales, llamadas Fāngzhàng 方丈, Yíngzhōu 瀛州, Dàiyú 岱輿 y Yuánjiāo 員嬌.
Xú Fú 徐福 emprendió su viaje, también acompañado de expertos arqueros, pues, cuando Qín Shi Huáng 秦始皇 le preguntó por las dificultades del viaje él le dijo que había una criatura gigante del mar que les bloqueaba el paso y le pidió arqueros para derribarla, Qin Shi Huang aceptó y envió, también, un gran número de arqueros para acabar con el pez gigante. Entonces, ya completa la tripulación, Xú Fú 徐福 se embarcó y nunca más regresó, pues no quería ser otra víctima de Yíng Zhèng 嬴政, nombre personal de Qín Shí Huáng 秦始皇.
Cuando, finalmente, Xú Fú 徐福 y los miembros de la expedición llegaron a la isla, tras una travesía difícil, por lo embravecido del mar en esas costas, y habiendo perdido varios barcos, al desembarcar al amanecer lo primero que vieron fue un enorme sol rojo por lo que decidieron que la bandera del lugar fuera un disco rojo sobre un fondo blanco y le llamaron Ri ben 日本, Sol naciente, que, según la obra de Sima Qian 司馬遷 Sīmǎ Qiān (145 o 135–86 a.J.C.), titulada Shiji 史記 (Anotaciones históricas) no era ni más ni menos que Japón. En otros textos históricos como el Sānguó Zhì 三國志, el Hòu Hàn Shū 後漢書 y el Gua Di Zhi se afirmaba que Xú Fú 徐福 estaba en Zhí Zhou 直洲, pero dónde se hallaba Zhizhou 直洲, nadie lo sabía.
Finalmente, 1.100 años después del viaje de Xú Fú 徐福, un monje llamado Yìchu 義楚, que vivió durante la última dinastía Zhou 后周 (951-960), del periodo de las Cinco Dinastías y los Diez Reinos 五代十國 escribió que Xú Fú 徐福 se asentó en Japón y que lo que él llamaba el Monte Penglai, no era ni más ni menos que el Monte Fuji.
Al parecer Xú Fú 徐福 fue el padre de la sociedad japonesa antigua y de la cultura conocida como Jomon 縄文 que existió en Japón hasta el año 400 a.J.C. Los japoneses consideran a Xú Fú 徐福 como el Dios de la Agricultura, la Medicina y la Seda, pues fue él quien introdujo estas técnicas y conocimientos en Japón y han levantado muchos templos en su memoria y, también, existe un Instituto de Investigación Xu Fu.
En la Mitología China de la Montaña PengLai 蓬萊山, se decía que, en ella, todo parecía blanco y sus palacios estaban hechos de oro y platino y que de los árboles crecían joyas. No existía el dolor, los boles de arroz y las copas de vino, aunque muy pequeños, nunca se vaciaban por mucho que se comiera o se bebiera de ellos, y, también crecían frutos mágicos que curaban las enfermedades y proporcionaban la eterna juventud y la inmortalidad. En Japón a este monte fantástico se le llama Horai 蓬莱, Hōrai o Shinkiro, que viene a significar espejismo o visión de lo intangible, y fue descrito tanto en la literatura como en el arte del periodo Tokugawa (1615-1868). Dicen que en Horai crecen las plantas que curan todos los males, como el son-rin-shi, el riku-go-aoi, el ban-kon-to; también existe la hierba mágica yo-shin-shi que revive a los muertos, regada por las aguas encantadas; agua de la cual un pequeño sorbo confiere la eterna juventud.
«Debido a que en Horai no se conoce el gran mal, los corazones de sus pobladores jamás se volverán viejos. Por esa misma razón los moradores de Horai están siempre sonriendo, desde su nacimiento hasta la muerte, con excepción de cuando los dioses mandan tristezas entre ellos; entonces se ocultan los rostros, hasta que las tristezas optan por irse. Las gentes de Horai se quieren y aprecian como si fuesen miembros de una misma casa. La voz de las mujeres es como la música de los ruiseñores, porque sus almas son ligeras como los pájaros; cuando las niñas juegan, el movimiento de sus mangas es como el batir de las alas de los cisnes. En Horai nada se esconde, puesto que no hay por qué avergonzarse; nada se cierra con llave, ya que no existen ladrones. Y por la noche, al igual que por el día, todo está abierto, pues no hay por qué tener miedo. Debido a que la gente son espíritus, todas las cosas son pequeñas y raras, a excepción del palacio del rey Dragón. Y es verdad que estos espíritus comen su arroz en cazuelas muy pequeñas y beben su vino en copas diminutas»
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